Una de las numerosas transformaciones que se vivió a lo largo de la segunda mitad del XIX fue la aparición de los dulces y del chocolate como productos comerciales. De un consumo principalmente familiar o coyuntural (en determinadas ocasiones relacionadas con festividades o celebraciones) se fue pasando paulatinamente a un consumo más habitual. Por otro lado, el lento pero continuo desarrollo de las comunicaciones facilitaba a los fabricantes valencianos llevar sus productos a todo el mercado español.
(Martínez Gallego, 1995) dice “como ocurrió con el hielo, los chocolates y demás dulces encontraron pronto sus puntos de expendeduría 164 especializados, los locales de consumo a la vez que de socialización. Y la demanda hizo trizas la estructura artesanal que hasta entonces había mantenido la oferta”. El dulce se convirtió en una industria que mejoró continuamente su capacidad tecnológica a lo largo del siglo XIX. Ha recopilado la siguiente tabla que muestra el incremento del número de fábricas en este subsector a lo largo del XIX
A principios del siglo XX existían en las provincias valencianas 88 piedras de fabricar chocolate a brazo; pero también 11 piedras que corresponden a fábricas de tahona y 36 cilindros de fábricas de chocolate afinado. Todavía, en los pueblos y en la capital, se elabora mayoritariamente a mano, pero se dan concentraciones industriales importantes (como en el pueblo de Torrente) y fábricas con procedimientos plenamente tecnificados: la Aloy Hermanos de Valencia, la Rech de Xàtiva. En materia de fabricación de bombones, destaca Juan B. Monmeneu, Antonio Martí, Francisco León (exportador de almíbares), José Sanjuán y, el mayor de todos, Eugenio Burriel, que en la Exposición de 1909, montará su propio pabellón utilizando para construirlo la mano de obra de los trabajadores de su fábrica.
El número 10 de (Valencia, literatura, 1909) del 25 de julio de 1909 dice de ese pabellón:
“El nombre del Sr. Burriel tiene un sólido prestigio en una de las industrias más adelantadas de Valencia, y á confirmarlo ha ido, aunque no lo necesitara en nuestro gran Certamen. Y con testo sólo se imaginará el lector la elegancia, el buen gusto, la riqueza derrochados por el Sr. Burriel en la instalación a la que nos referimos.
Hay en este pabellón á la manera de un muestrario de los delicadísimos productos que een sus talleres de confitería y fábrica de bombones confeccionan sus inteligentísimos operarios baja la acertada dirección del señor Burriel. Y expone éste aquel muestrario de sus productos en artísticos escaparates y vitrinas elegantísimas que se levantan airosas sobre el fondo del pabellón. La reseña de este merecía un largo artículo. Son sus líneas del más depurado gusto moderno: en su construcción sólo mármoles han entrado; anchos ventanales de colores tamizan la luz, y elegantísimos bronces 165 artísticos, porcelanas antiguas y otros elementos decorativos completan la ornamentación del local”.
“El nombre del Sr. Burriel tiene un sólido prestigio en una de las industrias más adelantadas de Valencia, y á confirmarlo ha ido, aunque no lo necesitara en nuestro gran Certamen. Y con testo sólo se imaginará el lector la elegancia, el buen gusto, la riqueza derrochados por el Sr. Burriel en la instalación a la que nos referimos.
Hay en este pabellón á la manera de un muestrario de los delicadísimos productos que een sus talleres de confitería y fábrica de bombones confeccionan sus inteligentísimos operarios baja la acertada dirección del señor Burriel. Y expone éste aquel muestrario de sus productos en artísticos escaparates y vitrinas elegantísimas que se levantan airosas sobre el fondo del pabellón. La reseña de este merecía un largo artículo. Son sus líneas del más depurado gusto moderno: en su construcción sólo mármoles han entrado; anchos ventanales de colores tamizan la luz, y elegantísimos bronces 165 artísticos, porcelanas antiguas y otros elementos decorativos completan la ornamentación del local”.
De la
TESIS DOCTORAL
D. Miguel Ángel Sánchez Romero