Vie. Sep 13th, 2024

 

En el horno del valenciano, sito en la subida de S. Martin, esquina á la plazuela, se
acaba de recibir una partida de atún de hijada y de tronco , del que se hacen empanadas
con salsa de tomates á 2 rs., de merluza con la
misma salsa y de ternera á id. ; de dulce á 4
rs. ; se asa toda clase de carne y bolateria; se hacen cazuelas de arroz á la valenciana, si
con anticipacion se le da aviso. Asimismo se
hollan diferentes pastas finas al estilo de Mallorca.
El Español (Madrid. 1835). 23/11/1837, n.º 752, página 1. Eu el Pulpito de la escalerilla  de Piedra se
ha puesto un cocinero que dará gusto en todas las comidas que anuncia en el diario
.. ••-..;•• COMIDAS. • ,-ÍÍ ;
Sopa;,cocida, un principio, un frito, postres, un panecillo y medio cuarto de vino,
S rs.
Sopa de yervas y sopa á |a capuchina á un
real.
Sopa de arroz á la Valenciana un real.
Perdices á la Catalana á 5’/,.
Bacalao á la vizcsina á 14 cuartos ración.
Lengua de vaca á 14 ‘id.»
Merluza á las finas yervas y frita á 2 reales ración* •
Ternera, mecbada á 3 rs. ración.
Ternera asada á 2.
Pichones asados á 5.
Callos á la catalana á 12 cuartos ración.
Se hacen comidas de encargos para afue’
ra, á cuyo objeto hay un escelente cocinero. Todo esto se halla corriente para servirse hoy domingo y todos los días en lo sucesivo.
£ B |a p^aza de la Constitución, ta.
berna del -Pulpito , escalerilla de
Piedra, hoy domingo y mañana lu-
?**^ *» 1° sucesivo habrá iarica-sopa de rabióles de pechugas de aves a 2 reales ración; callos con chorizo y jamón á ta
piamoBlesa k 14 cuartos; «teó&dtgáa de tef.
ñera, lomo y janjon á t7 cuartos; arroz á
la valenciana á u cuartos; ternera mechada
«p fricasé á 2 rs,; idem en salsa á 2; perdices á la catalana i 6 rs.; idem escabechadas
á 6; sesos en salsa á 2 rs.4ehi»leUs de lomo
á 14 cuartos; costillas frescas de cerdo eo
adobo á la sevillana á 3 rs.,- frito de sesos
con huevos i 2 rs.; ensalada de pimientos á
10 cuartos; sardinas frescas fritas la ración á
. 13 cuartos; peces fritos á 9 cuartos; arroz
con leche á 12 cuartos; tortillasá la inglesa
•6 5 T*alé«. idem en chuflell á 4 rs.; avisando
con anticipación se hacen toda clase de pía.
tos, fritos, asados, salsas, almuerzos, comidas, cenas, y par.a el efecto hay un escelen.
te géfé dé cOcmg’ que ha trabajado en varios
remos estranjeros f én casa de grandes de
^spiña y fondas d^ @sta corte en su profesij)(i, todo con equidad y aseo: también se
da de .comer por semanas, medios meses ó
m«6^ ent,erps pagando cuatroó ciuco dias anticipadotij se llevan almuerzos , comidas y
ciñas ^, ^a^ji 4″ ‘Qs señores que gusten honrar (Jic^io establecimiento.
Diario de avisos de Madrid. 28/10/1838, página 3.
Antes de entrar en el santuario del colc-cream, suplico
á mis lectoras me permitan decirles algunas palabras respecto á la familia y á la educación de nuestra heroína.
Julia ora la hija única de Crisanto Ortega, en cuyos almacenes se contaban por millares las cajas de azúcar, loa
sacos de cacao y los barriles de harina.
La pobre niña perdió á su madre cuando se hallaba todavía en la cuna, y creció en el mas profundo aislamiento
sin quo nadie opusiera el menor obstáculo á sus caprichos
infantiles. , ^ ^ •,
D Crisanto, cuyo escritorio so hallaba en el entresuelo
do la casa, no so cuidaba ni poco ni mucho de lo que pasaba de escaleras arriba, y vivia pegado a su libro do
caja, como una ostra á los peñascos de la escarpada costa dó Cantabria, como la yedra a los troncos do los olPero preciso es hacerle justicia ; D. Crisanto, aunqu*
mercader hasta la médula de los huesos, aunque su órgano ma.s desarrollado era el de la adquisividad,iio por eso
deiaba do ser padre en sus ratos perdidos.
El buen señor quería á suliijacutrañablemonte, pero la
quería á su manera.
Verdad es que nunca se tomó el trabajo do formar su
corazón, ni de estudiar su carácter, ni do enseñarle á co-ser, á bordar, á repasar un par de calcetines, a guisar una
cazuela de arroz á la valenciana, á ninguna, en fin, de
esas mil pequeneces domésticas que debe saber toda júvcn
que aspire á ser mr.dro de familia ; pero en cambio no le
negaba ningún’ antojo, y su gaveta se bailaba siempre
abierta para satisfacer los capricbos de la pequefiaJulia.
Porque, lo que él decia, ¿ para quién sino para aquel
único pimpollo trabajaba como un negro desdo la mañana
hasta lanocbe ? ¿Por quién, sino por ella seguia anhelante con loa ojos del pensamiento los tumbos que daban
por esos mares de Dios las fragatas que iban á Cuba cargadas de harina y volvían á Santander repletas do cacao,
de azúcar y de café ?
¿ Necesitaba la futura heredera do trece millones de
reales estropear sus blancas manos en hacer una cama,
en sacudir el plumero y en arreglarlos trclstoa de una habitación ?
D. Crisanto no liabria per.nitido jamas que su hija se
degradase hasta el extremo do descender áesas prosaicas
ocupaciones.
Apuesto á que muchas de mis lootoias son de la misma
opinión del padre de Julia.
— Pues ya se vé que lo somos ! las mujeres de cierta
clase no deben hacer oficio do criadas.
— Ni limpiar el polvo.
— Ni repasar calcetines. ¡Vaya una ocupación di^
vertida! – ;
— Ni oler á cocina, ¡ qué asco ! ^ • .- ..
— Pues ni que fuéramos esclavas ! ¿ Entonces para qu
sirve tener dinero ?
— Y digo, trecó millones !…
— Hizo muy bien D. Crisanto.
— Benditoseaél.
El Americano (París). 16/6/1873, n.º 13, página 8.

UN DÍA ES UN DÍA.
«^ p»»^m>ií/;,~^ODA júbilo era la casa de los señores de BoN^ R^U^-f’ » «‘^^'»»‘ «i;ií]’imonio legitimo con tres niños
o,\olr ) «‘ ‘^?»^*^^’ síf^is y tres años respectivamente, y
‘^f^f^Hx’T «‘»*^»» P»ira todo, esto es, para guisar, lavar,
Á^T^^Ál^ planchar y cargar con el mochuelo, ó sea con
^’-•^/^\r »» el nene de tres años.
^^’^.i Todo bajo la dirección de la señora de la casa,
que era una mujer completa.
Los vecinos de los Bonetillos habían observado,
desde las primeras horas de la mañana, ruido inusita-
‘»^ do, y voces y animación extraña.
—i Habrá ocurrido alguna desgracia? — preguntaba una
vecina.
— No, porque los chiquillos corren v gritan como si celebraran algún suceso fausto.
— Pues ella no habrá dado á luz —decía la portera –
porqué estaría yo enterada de su estado, y nada sé.
— Y él tampoco habrá dado á luz —opinaba el portero.
—Xo es creíble.
¿Que si era fausto el suceso?
Ya lo creo que lo era, ‘ ‘•
Como que se trataba nada menos que de comer fuera de
casa. Un día do fonda ó de restaurante, como le denominaba la señora.
Asi lo había anunciado el cabeza de familia (lenguaje de
empadronamiento oficial) á todos los individuos díella .
Para la esposa era un día de regocijo, pero aun más para
los muchachos.
Porque como, dicho sea sin perjuicio de los padres, no
andaban los comestibles muy abundantes en la casa, un
día en la fonda era para los chicos poco menos que un día
en la gloria.
A las dos de la tarde ya estaban vestidos de gala todos
los miembros de la familia, exceptuando al perro, al gato
y á un canario auténtico, que aunque también estaban considerados como de la misma, era en segundo grado.
Por cierto que en diversas ocasiones hablan observado los
chiquillos que el perro y el gato se sentaban uno enfrente
del otro y bostezaban en secreto.
Era un dúo, no á voces solas, sino á voces sordas,
Y los nenes decían al ver á los concertistas:
—Ya están vomitando el hambre como nosotros.
En cambio, los manjares uque sallan á la mesa «»decían •
«Comednos.)!
Y no solamente por hambre, sino por el guiso v el condimento. * ^
Tenia unas manos la señora de la casa para guisar un
arroz a la valenciana y uu bacalao vascuence, que no había
otras. ^
I Qué par de platos!
Sacaban hasta el acento.
En viendo los chicos la paella, de que abusaba un tanto
su madre, se llamaban uno á otro, particularmente los mayorcitos:
— Clies, ven á comer, que ya ha salido á luz el arrós.
1 cuando era bacalao el plato:
— Mutiilac, bacalao que te tienes.
¡Si aderezaría bien la madre los dos platos característicos dedos localid;ides españolas!
¿Y el guisado de c:irne con patatas.^
Aquello era chuparse los huesos y los dedos.
El chico segundo preguntaba una vez á su padre, viendo
que no había sino huesos y patatas en el plato:
— ¡Qué flacas deben de estar las vacas en este tiempo! jeh?
— ¿Por qué? — interrogó ei jefe de la familia,
— Porque donde tenían antes la carne no tienen ahora
más que hueso,
Reconociendo, á pesar de su modestia, la señora de Bonetillo sus relevantes condiciones de habilidad, aseo v economía, solamente en su casa comía águsto.
La Ilustración española y americana. 30/3/1888, página 21.
TEATRO JSPANOL
Ayer tuvimos el gusto de asistir al estreno de la
comedia gimhástico-bailable El eu%ado receloso,
traducida del malayo y arreglada á nuestra escena
por ol aplaudido escritor y aventajado sereno del
comercio D. Bonifacio Oacheira.
La obra, que no tiene argumento, ni situaciones
dramáticas, ni sentido coroün, ni ninguna déla s
inútiles condinioneanwc anteSse exigían fin <») *<v,_
iro, está reaucida á demostrar que se puede ser casado y saber guisar el arroz ¿ la valenciana.
Kuestro» autores han dado u n gran paso en la
senda del natúfallsxuo escénico y de lo» oomostibles.
Ya en el siglo último comenzó á demostrarse por
algunos cssritóres que no había necesidad de romperse la cabeza inventando asuntos y que resultaba
mucho más cómodo tomarlos hechos. Hoy hornos
llegado al colmo de la desfachatez, desfachatez provechosa, pues abre las puertas del teatro á muchos
padres de familia brutos, pero honrados. Conocemos á un tabernero de la calle de Dtmazcaly viva don
Felipe, que ea una especialidad en el arreglo de
obras dramáticas y caitos con chorizo.
En la ejecución de M cuñado receloso se ha di*-
tinguido como siempre la señorita Boliche, que dijo
todo su papel con la misma naturalidad que si estuviera tomándole la cuenta á la criada. En un momento do verdadera inspiración artística se rascó
las narices con el mango de un plumero, arrancando muchos aplausos. Después, á petición del público, dio unas cuantas volteretas sobra la alfomora y
acabó por levantar una pesa de cien kilogramos con
el pelo.
E l Sr. Salmoncillo, eminente actor cómico y uno
de los apóstoles del naturalismo en escena, declamó
como él 8al)e hacerlo; unas veces se acostaba en u n
sofá echando loa pies por alto, otras veces andaba á
gatas por el escenario y otras cogía á la dama joven y se la colocaba de pie encima de los hombros.
Él último acto lo dijo todo él en calzoncillos, porque el calor era sofocante.
Al final fué llamado & escena el inspirado sereno, autor de la obra, que recogió gran cosecha de
apiausoB, así como también dos coronas—una de
eña s arrojada por la serena consorte y la otra por su
hijo político—y un precioso sombrero hongo, regalo
de la empresa.
La obra permanecerá mucho tiempo en los carteles.
El Imparcial (Madrid. 1867). 28/12/1889, página 1.
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