Sáb. Oct 5th, 2024

El desayuno es todo un ritual de la cultura valenciana que se ha convertido en una de nuestras tradiciones gastronómicas. En la cultura mediterránea es una de las comidas más importantes del día.
L’esmorzar valencià’ como un atractivo gastronómico y turístico por descubrir, capaz de mover a un nuevo público que busca experiencias genuinas y cargadas de carácter autóctono, con el sabor de las cosas bien hechas.

A la hora de explicar por qué ha escogido la fecha del 16 de marzo para realizar este homenaje al almuerzo, se ha recordado que precisamente esa mañana los falleros han de reponer fuerzas después de haber participado en La Plantà. También lo hacen los amantes de esta fiesta que recorren la ciudad de una punta a la otra para ir descubriendo el arte, la belleza y el ingenio con los que los monumentos falleros llenan cada calle.

Espontáneamente, ya se produce un batir de mandíbula al unísono por miles y miles de valencianos hermanados (quizá sin ser conscientes de ello) en el disfrute de la abundancia y la calidad de l’esmorzar, una tradición culinaria horizontal y democrática, al alcance de todos los bolsillos y que reúne a la mesa a diferentes generaciones. Así que no hay mejor fecha para rendirle homenaje y pedir oficializarlo.

El brunch no es el «esmorzar valencià»


Ahora se ha puesto de moda ir de brunch, que haciéndolo corto es ir de desayunar finóleos. El brunch es un concepto que proviene de los americanos, que han mezclado las palabras breakfast (desayuno)y lunch (almuerzo). Equivaldría a un “comida” fuerte, que no es ni desayunar ni comer. No se equivoque, el horario es muy similar al de nuestro desayuno, de 10 a 12, pero un brunch no es un esmorzar, que no os engañen.

Para empezar, ellos son más que hacer el brunch los fines de semana, mientras que nosotros el esmorzar lo hacemos todos los días. Para ellos es una ocasión especial, resulta un evento casi social ir en parejas, todos en camarilla, el sábado por la mañana a hacerse el brunch. Mientras que para muchos de nosotros (los que pueden) el esmorzar se ha convertido en una necesidad alimentaria, porque es imposible estar sin comida nada desde el desayuno hasta la hora del almuerzo.

Después, los ingredientes son muy diferentes, a excepción de un ingrediente común a los dos, el pan. Pero en el brunch te pondrán pan de semillas, de espinacas, de centeno, de sabor a hierba de la Toscana o cualquier otra cursilería, mientras que el pan del esmorzar cuanto mayor sea mejor.

Pero el resto de ingredientes son distintos. En un brunch puedes encontrar brócoli, rúcula, chips de boniato, tomate seca, espaguetis integrales, pizzas sin gluten, croissants de almendra, sopa de calabaza o calabacín y un bufete de ensaladas. En un desayuno valenciano todos saben que están los bocadillos con nombre propio como la Brascada, Almussafes, Chivito o Blanco y Negro, o también puedes llenar el pan con buena cosa de carne, queso, embutido, verduras fritas y tortillas con huevos en mansalva. Nada de Eggs Benedict, la tortilla bien grande y si es con salchichones y mayonesa, mejor.

Además, el brunch se suele tomar de forma calmada, mientras miras el diario y degustas con delicadeza cada bocado de la crema de zanahoria y del bundto de calabaza. Mientras que el esmorzar es más animal, más feroz, más salvaje, más de tragar como si se acabara el mundo. El brunch es música jazz y el desayuno es rock&roll.

Capítulo aparte es la bebida. En el brunch tienes agua de sabores, té frío y mucho zumo “detox”, el único alcohol que te servirán será mezclado con zumo como el bloody mary, o la mimosa, y como mucho te ofrecerán una copita de cava. En el desayuno, en cambio, todo vale mientras sea de batalla: jarras de cerveza, vino de la casa con limonada, golpecitos de cazalla y copa de mistela, cuanto más untoso esté el recipiente que guarda la bebida, más sabor tendrá.
Pero nada que pedir un vino reserva o un cava brut nature

Por eso el desayuno “popular” valenciano no puede celebrarse en un bar pijo, hay que comerlo sobre un manto de papel, en un lugar donde no te dé vergüenza dejar una montaña de cáscaras de cacaos, lanzar la cascarilla del altramuz en el suelo, el hueso de la aceituna al vecino de la mesa de al lado o levantar la voz si la conversación se pone entretenida. Mientras que el brunch debe estar rodeado de plantas decorativas, de música zen, de vajillas decoradas y de vasos de diseño. Si pegas un eructo en el Bar Manolo nadie prestará atención, si la rotó la haces en Coffee Corner Fashion, quizás de la vergüenza pides la cuenta antes de apurar el smoothie.


En cuanto al postre sí gana por goleada el brunch, porque aparte de croissants y bollos diversos, suelen tener una colección de tartas que hacen las delicias de los más golosos. Red velvet cake, New York cheese cake, carrot cake y muchas cakes: ¿qué es? En cambio, en el Casino del pueblo, donde desayunan cada día cientos de vecinos, tienen como mucho algún flan de café, natillas, alguna torrija, un apolo de vainilla y alguna magdalena o valenciana que ha sobrado del desayuno. El brunch también tiene magdalenas, pero se llaman muffins o cupcakes y como hablan inglés y van muy maquilladas con faldas de colores y sombreros en forma de espiral, te cobran por sólo una lo que cuesta el paquete entero de magdalenas en el horno.

Y ya para rematar la faena llega la hora de los cafés. En el brunch el café o el té va por delante, y tienen nombres extranjeros como latte, macciato o frappuccino. En el desayuno el café se toma para rematar el hartán, y lleva nombres valencianos como cortado, café tocado de anís o la estrella de los cafés valencianos, el carajillo quemado, reventado o cremaet.
Una vez te has aplastado una barra de cuarto, una litrona de cerveza y buena cosa de encurtidos, cacaos